jueves, 11 de febrero de 2010

El Imaginario Mundo de Terry Gilliam


Terry Gilliam es uno de los directores con más imaginación en Estados Unidos. Miembro original (y el único norteamericano) del grupo de geniales humoristas británicos Monty Python, debutó con ellos con delirantes animaciones realizadas con técnicas de collage en la serie The Monty Phyton's Flying Circus; también dirigió dos de sus películas, Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores (1975) y parte de la genial El sentido de la vida (1983). Sus producciones no han tenido el éxito que realmente se merecían por la originalidad e innovaciones visuales, sin embargo el director cuenta con un buen número de seguidores. En mi opinión alguna de sus películas como Brazil (1985) o Miedo y asco en Las Vegas son auténticas obras maestras y otras como Doce monos (1995), Las aventuras del Barón de Munchausen (1988) o El rey pescador (1991) pueden calificarse como muy buenas. Su naturaleza iconoclasta y su método algo caótico de trabajar siempre le ha reportado problemas con los estudios de Hollywood, teniendo que sudar la gota gorda tratando de conseguir financiamiento para sus películas. Estas y otras cuestiones han hecho que Gilliam deje de ser norteamericano y opte por la nacionalidad Británica.

Los proyectos de Gilliam también han estado frecuentemente marcados por las incidencias y los problemas ajenos. Tuvo que abandonar el rodaje de su proyecto The Man Who Killed Don Quixote debido a tal multitud de sucesos provocados por la mala suerte, que acabó sacando el documental Lost in La Mancha que los ilustraba. Por desgracia, su último trabajo, El imaginario del Doctor Parnassus, también estuvo marcado por la tragedia: durante el final de su rodaje se produjo la muerte de Heath Ledger, uno sus protagonistas. Después de intentar sobreponerse a la pérdida, Gilliam y Charles McKeown, los guionistas, aprovecharon la naturaleza de la historia para poder sustituir algunas de las partes de Ledger por el trabajo de tres actores, que acabaron siendo Johnny Deep, Jude Law y Colin Farrell.

El imaginario del Doctor Parnassus es el primer guión original de Gilliam despues de casi veinte años (desde Las aventuras del Barón de Munchausen en 1988), algo que personalmente echaba de menos, porque aparte de tener su marca de fábrica en el aspecto visual, también la tiene en la historia en sí misma El protagonista de esta fantasía que juega con el mito de Fausto es el Doctor Parnassus (Christopher Plummer), una especia de monje que lleva miles de años vivo, enzarzado en un juego sin fin con el demonio, Mr. Nick (Tom Waits). La apuesta actual es la propia hija de dieciéis años del doctor, Valentina (Lily Cole). sin embargo, las cosas no van muy bien, su estado es bastante decadente, ya que va perdiendo la apuesta. El Doctor lleva a cabo un espectáculo en un viejo carromato donde también vive con su hija, su fiel amigo enano Percy (Verne Troyer), y un joven aprendiz, Anton (Andrew Garfield). En el espectáculo, permiten a un miembro del público entrar en la mente del Doctor, donde se enfrentará a sus propias fantasías, pudiendo llegar a perder su alma en favor del demonio. Mientras pasan por Londres se encontrarán con un hombre, Tony (Heath Ledger) colgado de un puente; después de rescatarlo, Tony no recuerda nada de su pasado, pero indudablemente tiene dotes para la venta, porque gracias a sus consejos, el espectáculo empieza a reflotar así como las esperanzas del Doctor.

El imaginario del Doctor Parnassus es una película visualmente apabullante, con fuertes contrastes entre las partes que suceden en la actualidad, las que nos son contadas como recuerdos en forma de flashback y las que transcurren dentro de la mente del Doctor. Las partes cotidianas de la película están rodadas en un Londres visto de forma decadente, mostrando parajes industriales medio abandonados, suburbios, centros comerciales de las afueras; con una fotografía con colores más bien fríos y grises y mucho rodaje nocturno. Los recuerdos del Doctor, que ponen en contexto la historia, están vistos como pequeñas películas dentro de la película, cada una rodada según el tipo de recuerdo, pero siempre con un cierto difuminado. Sin duda las partes más espectaculares son las que transcurren en la mente del Doctor, el campo de batalla por el alma de quien entra allí; Gilliam saca toda su artillería visual componiendo escenas llenas de imaginación y potencia visual, con colores mucho más vivos que los usados para filmar lo real. En algunos pequeños fragmentos, incluso me llegó a recordar al Gilliam de los Monty Phyton por su uso surrealista del collage y las fotografías.

Aunque visualmente la película impresiona y ése es quizá su mayor logro, la historia que cuenta tiene la suficiente entidad por sí misma. Los personajes están muy bien creados, así como sus relaciones. El doctor, cansado pero siempre a punto para jugar un juego más con su archienemigo, que de puro viejo es ya casi su amigo. El propio demonio es un personaje atractivo, no visto sólo como una entidad completamente malvada sino también como alguien que está muy sólo y quizá bastante aburrido. Los personajes jóvenes, Valentina y Anton sienten la presión de haber vivido encerrados en un mundo muy pequeño demasiado tiempo.

El cásting de la película también es muy bueno. Christopher Plummer, un grandísimo actor encasillado en papeles de villano, encarna magníficamente a un personaje viejo y cansado, que intenta desesperadamente salvar a su hija y a la vez un adicto a los juegos de ingenio. Tom Waits, que normalmente me parece demasiado histriónico, en esta ocasión da vida perfectamente a un demonio juguetón y aburrido. Lily Cole y Andrew Garfield cumplen bien con sus papeles, aunque son más sencillos. Heath Ledger hizo un buen trabajo interpretando a un personaje complejo; un pillo, un vendedor de humo, un ser ambiguo, capaz de lo mejor pero lleno de una ambición que se convierte en su maldición. El recurso de Gilliam de encarnar su personaje en otros actores cada vez que entra en la mente del Doctor, no sólo fue un artilugio para poder terminar la película teniendo a Heth Ledger muerto, sinó que en mi opinión reforzó la definición del personaje de Tony, mostrando en cada entrada una faceta de su carácter. Los actores que ejercen de alter egos son muy buenos. Johnny Deep, un auténtico fuera de serie, aparece en una secuencia muy corta, pero en esos diez minutos da un auténtico recital de interpretación. Jude Law y Colin Farrell también realizan bien sus partes, especialmente el primero.


En resumen El imaginario del Doctor Parnassus me pareció una muy buena película, el mejor trabajo de Terry Gilliam en mucho tiempo; un trabajo lleno de imaginación, con un sólido guión, muy buen trabajo actoral y un auténtico festín para la mirada.

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